viernes, 6 de noviembre de 2009

Diario de un marino

Una pequeña intro antes del escrito. Hace tiempo que no posteo ni nada y pido disculpas. Los dos siguientes textos (este y otro post) los use para participar en dos concursos de cuentos. Este, en el del Inmaculada Concepción, en el cual conseguí mención honrosa. Consistía en escribir algo que tuviera que ver con Chile y el otro era del Cuento Varas organizado por el centro de padres del Colegio Puerto Varas. Era un concurso a nivel comunal, mientras que el del Inmaculada era de menor escala. Tuve el gusto de haber ganado el Cuento Varas.

Diario de un marino

Valparaíso, 23 de mayo de 1879

Aún no lo puedo creer. La Esmeralda hundida.
Fue hace dos días. Recuerdo un barco de fierro enorme y que, cuando lo vimos, el miedo se apoderó de todos nosotros. Las palabras de nuestro capitán, Arturo Prat Chacón, nos llenaron de valor. Pero el buque nos atemorizaba. El nombre del gigante peruano me perseguirá en todas mis pesadillas: Huáscar.
Fue el primero en atacar. Después del sonido tronador del cañonazo, vino un silencio sepulcral y el tiempo pareció detenerse. Se desató un encarnizado combate naval. El enorme peruano metálico, contra la frágil corbeta de madera chilena.
Mi hermano mayor fue alcanzado por una bala de cañón a mi lado. Nada ni nadie podrán borrar la imagen, grabada con fuego en mis ojos, de su rostro en una mueca de dolor y terror. Terror. La sensación que me perseguirá durante toda mi vida cada vez que recuerde estos hechos.
Después me pareció ver que el Huáscar se alejaba y me tranquilicé, cosa que no duró mucho, ya que el gigante nos embistió, sin provocar daños a la nave, pero sí causando muertes. En ese momento nuestro capitán intentó saltar desde la Esmeralda hacia el Huáscar seguido por dos hombres. Observé, lleno de miedo, que un balazo le atravesaba la cabeza y lo mataba al instante, empujándolo al agua. Cuando el Huáscar nos embistió de nuevo, doce tripulantes más intentaron imitarlo, pero fallaron.
La tercera embestida con espolón fue en el sector del palo mesana, con dos cañonazos que dieron boca de jarro. La hermosa corbeta se inclinó de proa y comenzó a hundirse. Yo alcancé a saltar al agua y me rescataron en la orilla, me cuidaron y ahora estoy aquí, relatando mi experiencia.
Les pido que esperen que ya no esté para relatar mi historia, porque no hay peor tortura para un marino que estuvo en combate, que le recuerden los hechos que marcaron su vida –su muerte-, las de sus amigos, la de su familia.
Aún no lo puedo creer. La Esmeralda hundida…


Shinnosuke.